
Los hombres soñaron los reinos.
Las altas hogueras en la noche previa, los destellos de siseantes espadas, los tambores retumbando en la batalla.
Pero solo eran sombras, diminutas y rojas siluetas frente a un fuego.
Eran no mas que un tumulto de lanzas y la monotonía de escudos escarchados.
Ellos se sabían solo sombras, inútiles, borrosas y asustadas.
(Negarlo era el único afán compartido)
Soñaban sueños de Reinos, de victorias heroicas, de vencidos y muertes, de cicatrices que no deshonran la espada y el brazo y la coraza.
Soñaban a plena noche encogidos ante el terror, intuyendo el dolor, la humillación, la definitiva derrota.
Solo eran sombras que soñaban poderosas traiciones.
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