domingo, 25 de septiembre de 2011

SATIRO HABITANTE

Busqué tus grandes ojos adormecidos de sirena encandilada por las costas borrascosas de los acantilados y los despeñaderos.


Siniestros celacantos deambulaban por tu saliva provocando dulces turbulencias en los eriales donde comenzaban a florecer las magnolias de las tristezas.


Anduve por tus orillas confundido entre los juncales sediento bebiendo de tus aguas detenidas.


La bruma contenía toda la humedad de tu cuerpo de esfinge enterrada para que tu voz de sal y ceniza enmudeciera de hechizos.


Reconocí tus labios de piedra lejana en el estruendo de la rompiente susurrándome con la misma pena que poseían esa noche abajo sobre el mar de la amarilla luna llena.


Destruidos frontispicios encalados reverberaron sobre las arenas en las que tus manos se hundieron buscando el veneno de las medusas.


Negué tres veces en silencio la persistencia de tu aroma desatado en mi piel de sátiro habitante de ti en los espejos rotos de tu sombrío plenilunio.


La honda oscuridad marina fue disolviendo entre algas y espumas tus encantos de fría madreperla hasta el ultimo de los naufragios.

domingo, 15 de mayo de 2011

210.395

La tierra no es redonda:

es un patio cuadrado

donde los hombres giran

bajo un cielo de estaño.

Mi corazón es patio. Marcos Ana.


Ayer. Los huesos de noventa noches y sus sombras, incinerados por apenas este pequeño sol reciente.


Los perros en su guarida y su sarna babeando la rabia ya inútil. Cenizas tibias que no pagan siquiera un pequeño rencor.


Habían rostros serios girando con los dedos como cuchillos atrapados en la carne sangrante.


Hoy. Pasa un carro con coliflores, grumos blancos, botroides, de hojas mustias casi muertas en verde químico y grisáceo.


El tanguero picoteo de las tórtolas asustadas en el borde entierrado de la calle.


Un ombú exuberante y un espino triste enfrente del murallón alto y sin pintar que extiende el territorio carcelario.


Una voz enjaulada, unos ojos rastrojeando entre las neblinas húmedas y frías de las mañanas asaltadas por las palomas.


Cadencias del vitriolo de la saliva quemante esparcida sobre la piel del naufrago ensimismado.


La hilera de rostros apenados esperando bajo el metálico encaje helicoidal de alambres de púas.


Allá el muro color blanco hueso, rejas color verde, barrotes, marcas verticales de hierros candentes, trampa y asedio.


Detrás de los muros secos, de los barrotes humillantes, de las púas de la serpiente retorcida, hay un patio donde giran los hombres sin descanso.

martes, 1 de marzo de 2011

DESPARAISO

Anegaron los dorados trigales con las aguas impuras del Estigia.


Perturbaron el tiempo haciendo largos días sin noches y viceversa.


Mitificaron las batallas perdidas, pontificaron sobre derrotas, revocaciones y naufragios.


Lo vernáculo fue borrado a fuego de las rocas sagradas.


Levantaron efímeras efigies de dioses vacilantes, que cada lluvia desbarataba.


Y hubo quebrantos azules, tribulaciones enrojecidas, aflicciones violetas, desolaciones transparentes.


La tierra se volvió arena blanca y después arcilla roja.


Una ceniza fúnebre, lunar, cubrió los senderos y las huellas.


Todo tenía una consistencia de sueño, de alucinación, de letargo.


Surgieron mutaciones perversas, flores venenosas, salamandras carnívoras, verdes pastos afilados.


Unas sigilosas aves negras anidaron en las ruinas del templo.


Los vientos convergieron descuajando el árbol del fruto del conocimiento.


sábado, 19 de febrero de 2011

DONDE EL SENDERO

En los vericuetos del día, has de saber, se esconden los instantes felices.


En las grietas de las trizaduras de la horas que suceden impasibles.


En las arenas de un cuarzo amatista cuajado de pecados solares.


En el sacrilegio de vivir el aquí y el ahora sin esperar paraíso.


En la bifurcación del bien y el mal que nos acecha con impudicia.


En el tropel de deseos que pacen en las praderas de lo prohibido.


En los instintos latiendo subterráneos como lombrices hambrientas.


En el velero que navega sin timón por las aguas de un mar de medusas.


En la imaginación que desborda la razón y la sumerge naufragándola.


En la piel, la carne, las uñas que solo perviven en el rito de los sentidos.


En el tumulto solemne de las limitaciones, las reticencias, los temores.


En los vericuetos del día que no te atreves a convertir en fanfarria y jolgorio.


En la lucidez de la última hora encontrarás, ya muy tarde, el perfecto sendero.


martes, 18 de enero de 2011

BOCETOS PERSONALES

Siente en la piel de sus instintos que sobre esta soleada mañana gira todo el entero Universo.


La primavera ya elabora, otra vez, los infinitos matices y las miríadas de variaciones del verde, el más barroco de los colores.


De antes, feliz, devoró el cuerpo sagrado e intocable de Pamina, siempre pálido, lejano y virginal.


Los gorriones orgiásticos inundan de trinos groseros la palmera, ese alto y vetusto conventillo borgeano.


Ha leído lo real maravilloso en las palabras de un muerto que habla desde su cristalina inmortalidad.


Alimentó sus cuatro peces rojos en el umbrío estanque, engarzados en los filiformes y cadenciosos verdores de las algas.


Ahí está entre la densa arboleda Mackandan y sus asombros, sus delirios, sus agonías y sus terribles grandezas.


El cielo es tan azul que enamora y seduce coloreados volantines, convirtiéndolos en pájaros inquietos de caña y papel.


Escucha un clavecímbalo de Scarlatti, una trama majestuosa de Bach, y la perfecta belleza intangible de un Mozart.


Vistosos insectos zumban sus vuelos nupciales siguiendo la música esencial en sus armonías secretas.


Destripa su imaginario contenido para mayor gloria del verbo que dijo: el frío de la noche tenía incrustaciones de violetas (*).


Escondidas flores irrumpen aquí y allá, vistosas, sensuales, detentando solemnes todo el imperio vegetal.


Escribe con solitario deleite su monótona barroquería del día, mares antiguos y naos a la gira.


Hasta el moribundo Persea americana alcanza a revivir en tres o cuatro ramas agonizantes para solaz de sus escurridizos y breves reptiles.


Establece sonriendo el conjuro renovado del pacto misterioso y vital con el Dios ausente o ciego: “Se puede seguir viviendo”.

JACOBIANO

Desconchados muros encalados de una catedral insoportable.


Altas esferas cintilando en un desorden de cristalinas cigarras ebrias.


Hoplitas vencidos en el bronce eterno de un museo lúgubre y sangriento.


Resplandecientes piedras pulidas bajo la lluvia inclemente del aguacero bíblico.


Artificios de barro greda arcilla hundidos en el cántaro del mar de los vientos.


Virulencias de saurios alados sobre el silencioso campanario derrumbado.


Desinencias secretas susurrando escondidas tras un lexema ilegible.


Destrucciones pretéritas de inhóspitos territorios segados por los fuegos meteóricos.


Encendidos magmas basálticos derramados en el valle de sombra de muerte.


Trabados silogismos derrotados por oscuras bandadas de azores corruptos.