martes, 1 de marzo de 2011

DESPARAISO

Anegaron los dorados trigales con las aguas impuras del Estigia.


Perturbaron el tiempo haciendo largos días sin noches y viceversa.


Mitificaron las batallas perdidas, pontificaron sobre derrotas, revocaciones y naufragios.


Lo vernáculo fue borrado a fuego de las rocas sagradas.


Levantaron efímeras efigies de dioses vacilantes, que cada lluvia desbarataba.


Y hubo quebrantos azules, tribulaciones enrojecidas, aflicciones violetas, desolaciones transparentes.


La tierra se volvió arena blanca y después arcilla roja.


Una ceniza fúnebre, lunar, cubrió los senderos y las huellas.


Todo tenía una consistencia de sueño, de alucinación, de letargo.


Surgieron mutaciones perversas, flores venenosas, salamandras carnívoras, verdes pastos afilados.


Unas sigilosas aves negras anidaron en las ruinas del templo.


Los vientos convergieron descuajando el árbol del fruto del conocimiento.