lunes, 20 de abril de 2009

APUNTES EN LA CASA VACIA


Cuartos vacíos que susurran falsos susurros.


Se intuyen furtivos fantasmas en rincones donde alguien lloró.


Hay un jardín silencioso que aguardan ya no la primavera.


La luz ilumina sin sombras; absurda, opaca, quieta.


No hay ecos ni pasiones que propongan recuerdos.


Solo crujidos demarcan el silencioso día de la silenciosa noche.


Escondidos en la pulcritud de un orden hay niños que no juegan.


Alegrías, dolores, soledades, buscan en la ausencia una memoria.


Sin olores, sin suspiros, sin risas, el aire cristaliza y se rompe.


Las paredes se miran impasibles como espejos inútiles.


Los muebles, los cuadros, las lamparas, abrumados de quietud, desaparecen.


Un hombre escribe estos versos en medio del vacío.


martes, 7 de abril de 2009

DEL OFICIO CIERTO


La extensa arena de la página vacía lo acecha sin horizontes.

Arden las palabras cansadas en monótona y precisa sucesión.

El hombre inclinado sobre el papel agota precarias combinaciones.

Juega al sonido de otra voz, al parco asombro, a la venerada nostalgia.

El tiempo disgrega molinos y laberintos, crepúsculos y pájaros, él no está solo.

Fríamente estipula las condiciones de un duelo y la magia de unos ojos.

Se traba riguroso en la grieta invisible por donde se le escapa un rostro.

En la fragua y a golpes forja la filigrana dolida de una antigua angustia.

Demora hasta el fracaso la estricta definición del amor porque no la conoce.

Corrige una y otra vez las tibias cenizas esparcidas en renglones.

Busca un verbo distinto que soporte la lluvia pero el azar se lo niega.

Consumido ya el fuego de su alma, borronea melancólico este obvio final.


DE AÑIL Y VERBOS


La palabra es brusca música que busca lejanas oquedades para no ser eco.

El Verbo irrumpe en tierras resecas. Aun no es agua ni semilla.

Sin surco todo verso es arena y después ceniza impalpable.

Sordas multitudes veneran antiguas voces muertas.

Crisálida oculta, un ruido menor hunde su raíz en silencio.

Otras mañanas vendrán abiertas a los inmortales misterios.

Los que no vieron irán dolientes en tumulto deslumbrados.

Inquietos susurros solapados esperan la hora y la voz.

La Diosa se rinde seducida al monologo del triste por el arte mayor de la palabra.

El Poeta se esconde asustado de la magia de su engaño y su fuego.

Oscurece. El Tiempo, enemigo impasible, espera los ecos venideros.