martes, 7 de abril de 2009

DEL OFICIO CIERTO


La extensa arena de la página vacía lo acecha sin horizontes.

Arden las palabras cansadas en monótona y precisa sucesión.

El hombre inclinado sobre el papel agota precarias combinaciones.

Juega al sonido de otra voz, al parco asombro, a la venerada nostalgia.

El tiempo disgrega molinos y laberintos, crepúsculos y pájaros, él no está solo.

Fríamente estipula las condiciones de un duelo y la magia de unos ojos.

Se traba riguroso en la grieta invisible por donde se le escapa un rostro.

En la fragua y a golpes forja la filigrana dolida de una antigua angustia.

Demora hasta el fracaso la estricta definición del amor porque no la conoce.

Corrige una y otra vez las tibias cenizas esparcidas en renglones.

Busca un verbo distinto que soporte la lluvia pero el azar se lo niega.

Consumido ya el fuego de su alma, borronea melancólico este obvio final.


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