
La palabra es brusca música que busca lejanas oquedades para no ser eco.
El Verbo irrumpe en tierras resecas. Aun no es agua ni semilla.
Sin surco todo verso es arena y después ceniza impalpable.
Sordas multitudes veneran antiguas voces muertas.
Crisálida oculta, un ruido menor hunde su raíz en silencio.
Otras mañanas vendrán abiertas a los inmortales misterios.
Los que no vieron irán dolientes en tumulto deslumbrados.
Inquietos susurros solapados esperan la hora y la voz.
La Diosa se rinde seducida al monologo del triste por el arte mayor de la palabra.
El Poeta se esconde asustado de la magia de su engaño y su fuego.
Oscurece. El Tiempo, enemigo impasible, espera los ecos venideros.
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