domingo, 15 de mayo de 2011

210.395

La tierra no es redonda:

es un patio cuadrado

donde los hombres giran

bajo un cielo de estaño.

Mi corazón es patio. Marcos Ana.


Ayer. Los huesos de noventa noches y sus sombras, incinerados por apenas este pequeño sol reciente.


Los perros en su guarida y su sarna babeando la rabia ya inútil. Cenizas tibias que no pagan siquiera un pequeño rencor.


Habían rostros serios girando con los dedos como cuchillos atrapados en la carne sangrante.


Hoy. Pasa un carro con coliflores, grumos blancos, botroides, de hojas mustias casi muertas en verde químico y grisáceo.


El tanguero picoteo de las tórtolas asustadas en el borde entierrado de la calle.


Un ombú exuberante y un espino triste enfrente del murallón alto y sin pintar que extiende el territorio carcelario.


Una voz enjaulada, unos ojos rastrojeando entre las neblinas húmedas y frías de las mañanas asaltadas por las palomas.


Cadencias del vitriolo de la saliva quemante esparcida sobre la piel del naufrago ensimismado.


La hilera de rostros apenados esperando bajo el metálico encaje helicoidal de alambres de púas.


Allá el muro color blanco hueso, rejas color verde, barrotes, marcas verticales de hierros candentes, trampa y asedio.


Detrás de los muros secos, de los barrotes humillantes, de las púas de la serpiente retorcida, hay un patio donde giran los hombres sin descanso.

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