Se me vino la noche con la primavera
instalada en un murmullo de besos arrimados allá lejos.
En su noche de río y estatuas fui
vagabundo sumergido por los parques donde alguna vez caminamos hasta la
madrugada buscándonos.
Su piel buscaba mi piel, los
rastros de los besos idos, la tibia cercanía de unas manos.
Recobró de sus más antiguos
instintos la delicada memoria reciente de un ceibo distante.
Sintió mi aliento como el viento
ardiente de mi desierto quemando su piel inevitable.
Se me vino la mañana gris brumosa
de rosas ocultas en el jardín de siempre.
Será que la tristeza de ciertas
ausencias se condensa en el aire y humedece todo lo que toca.
No obstante se asomó el sol
curioso regido en su ciclo milenario por sus magias invocantes.
Intuí asombrado que su metafísica
le permite misteriosas brujerías que arden en la piel.
Su silencio fue un muro en la
mitad de la tarde pero sé que se abrirá un día aquella rosa a la incesante
primavera.
Solo busqué como perro hambriento
sus ausentes ternuras escondidas porque todo atardecer la delata.
Feliz y cobarde no me atreví a
decirle que sentí sus labios escribiendo sus deseos en mi cuerpo.
1 comentario:
Ese arte que ustede tienen para despertar sueños y deseos.....una maravilla para guardar en el alma-
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