Viajo por la noche de su pelo mientras la
observo desde todos los espejos.
Sus exilios y migraciones vienen
con rumbo raudo a mis oceánicas soledades.
Su misterio se vierte en su risa
esquiva, su seño fruncido, su seriedad de mármol.
Todo decanta en la fluidez asidua
de sus ojos, en sus antiguas comparecencias.
El amor acontece en sus ternuras,
en vuelos de palomas y en su boca de besos.
Es su voz en las palabras la que
derrama sus susurros de grama verde y otras lluvias.
Habita soberana en la vegetal
intimidad de los bosques y en la tibia comarca del lecho.
Es arrebato y sueño encendido, doncella
cómplice, hembra en la mágica ilusión del verbo.
Es joya impenetrable, imagen intocable, lejana
persistencia en su sublime intensidad.
No hay pecadora turbiedad que no acoja en las
nacientes turbulencias de su cuerpo.
En ella el Amar renueva su
vigencia eterna y recurrente desde los pastizales de su infancia.
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