domingo, 31 de agosto de 2014

OLEO DE PUDOROSA DAMA EN SU LECHO


El cristal, el líquido ámbar oscurecido, su tinte dorado escondido en la penumbra.

La desnudez virginal de sus hombros, nada más, la sonrisa amanecida como nunca antes.

La delicada mano femenina de uñas pintadas en ese rojo granate profundo y furioso.

El albo oleaje de las sábanas que desciende fluyendo y es rompiente en su entorno.

La espuma brillante replicando la tibieza del cuerpo que ocultó por su lúdico pudor.

La hondura en sombra de sus ojos, el gesto de la soberbia y la placidez, el pelo miel oscura.

Los brillos reflejados de la pulsera zozobrando y la perla del aro, pequeña luna naciente.

El canto geométrico de la noble madera, las pinceladas del deseo en su esencial primordial.

La revelación fue un reverbero de las palabras de la noche como una caricia evanescente.

Esa epifanía nocturna siguió por la mañana y hasta el antepenúltimo mediodía del invierno.


Alguien, entonces, pintó en óleos verbales el retrato de aquella recatada mujer en su lecho.

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