
Cuídate del día siguiente, porque oirás crujir la balanza y la puerta del perdón estará cerrada.
Salvados serán los locos y los sabios, (no los poetas), los que no supieron, los sordos, los mudos, los ciegos.
No aquel que vino, vio y venció sino el iluso, el mendigo, el que simplemente esperó.
Urge entonces Su cólera para que en esa última penumbra te asombre la quietud del olvido.
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