sábado, 3 de julio de 2010

ESTE OTOÑO


Se desbarató el viejo damasco en sus oros pervertidos.


Las lluvias asolaron los vestigios del ciruelo con mano amarga.


Incólumes olivos hacen como que el otoño no les incumbe.


La palmera altiva cambia sus dedos secos para aplaudir la futura primavera.


Muerto el acacio yace ensortijado contra el cielo.


El eucalipto tañe la brisa fría en olorosa condescendencia.


Hileras de esqueletos tristes contemplan desde arriba los tréboles nacientes.


Los naranjos se renuevan en verdes distintos que tras azahares cobijaran sus pequeños soles atardecidos.


Los palquis, optimistas y soñadores, ya estallaron en renuevos sin esperar el solsticio venidero.


El pino inconmovible oculta en sus brotes su ternura.


El musgo avanza alegre hacia la batalla de siempre que sabe perdida.


Hay brotes surgiendo y hojas muertas y madera pudriéndose, todo a la vez, como si el otoño mismo no existiera.




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