
Los derrumbes, los naufragios, los exilios, las obsesiones que lo desgastaron por años.
Las sucesivas estaciones vividas en soledad, silencio y lejanía.
Las cicatrices de los días como la herrumbre de los barcos anclados demasiado tiempo.
Los sueños inciertos que abrumaron no pocos insomnios.
Los rincones oscuros donde fueron sucediendo los días y sus noches, tenaces e iguales.
Las batallas y las guerras, pequeños placeres o tristezas que hoy no vale la pena recordar.
Los seres que lo amaron y los seres que lo odiaron, ahora sombras indistinguibles.
La vida como un caudaloso y profundo río subterráneo que nunca encontró su vertiente.
Las pequeñas incertidumbres de las esperanzas incumplidas.
Las difusas y tristes imágenes de alguien irreconocible.
La tibieza de un tacto y unos ojos que ya son parte de un pasado ilusorio.
Los habitantes imperceptibles del mero comercio de lo que fue cotidiano.
Todo lo que se amó, transformado por el tiempo o el olvido, en cenizas impalpables.
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