
Fueron fragmentos, evocaciones, a veces meras palabras.
Fueron sombras, restos de naufragios, íntimos vestigios desperdigados por años y lugares.
Fueron un relámpago a plena noche, iluminando por instantes sus propias sombras.
En esa fugacidad no fueron sometidos a soles ajenos ni urgidos por el huidizo plenilunio.
Simples cifras, frías y cotidianas, les abrieron el abismo.
Solo la apremiante poesía será la memoria y el bronce de ese encuentro en ese otoño.
Hay ruido de trenes y una bruma fría en la solitaria estación. El es el único viajero.
El olvido (el viaje) ha de ser la única puerta.
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