
Perros vagos merodean en la ciudad que duerme.
La madrugada es un vaho frío que humedece el asfalto y difumina las luces.
Una silueta camina titubeante entre los perros y las bolsas enlutadas de la basura.
Ha de ser un ebrio, un suicida o un poeta, porque los perros no ladran.
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