martes, 18 de enero de 2011

BOCETOS PERSONALES

Siente en la piel de sus instintos que sobre esta soleada mañana gira todo el entero Universo.


La primavera ya elabora, otra vez, los infinitos matices y las miríadas de variaciones del verde, el más barroco de los colores.


De antes, feliz, devoró el cuerpo sagrado e intocable de Pamina, siempre pálido, lejano y virginal.


Los gorriones orgiásticos inundan de trinos groseros la palmera, ese alto y vetusto conventillo borgeano.


Ha leído lo real maravilloso en las palabras de un muerto que habla desde su cristalina inmortalidad.


Alimentó sus cuatro peces rojos en el umbrío estanque, engarzados en los filiformes y cadenciosos verdores de las algas.


Ahí está entre la densa arboleda Mackandan y sus asombros, sus delirios, sus agonías y sus terribles grandezas.


El cielo es tan azul que enamora y seduce coloreados volantines, convirtiéndolos en pájaros inquietos de caña y papel.


Escucha un clavecímbalo de Scarlatti, una trama majestuosa de Bach, y la perfecta belleza intangible de un Mozart.


Vistosos insectos zumban sus vuelos nupciales siguiendo la música esencial en sus armonías secretas.


Destripa su imaginario contenido para mayor gloria del verbo que dijo: el frío de la noche tenía incrustaciones de violetas (*).


Escondidas flores irrumpen aquí y allá, vistosas, sensuales, detentando solemnes todo el imperio vegetal.


Escribe con solitario deleite su monótona barroquería del día, mares antiguos y naos a la gira.


Hasta el moribundo Persea americana alcanza a revivir en tres o cuatro ramas agonizantes para solaz de sus escurridizos y breves reptiles.


Establece sonriendo el conjuro renovado del pacto misterioso y vital con el Dios ausente o ciego: “Se puede seguir viviendo”.

JACOBIANO

Desconchados muros encalados de una catedral insoportable.


Altas esferas cintilando en un desorden de cristalinas cigarras ebrias.


Hoplitas vencidos en el bronce eterno de un museo lúgubre y sangriento.


Resplandecientes piedras pulidas bajo la lluvia inclemente del aguacero bíblico.


Artificios de barro greda arcilla hundidos en el cántaro del mar de los vientos.


Virulencias de saurios alados sobre el silencioso campanario derrumbado.


Desinencias secretas susurrando escondidas tras un lexema ilegible.


Destrucciones pretéritas de inhóspitos territorios segados por los fuegos meteóricos.


Encendidos magmas basálticos derramados en el valle de sombra de muerte.


Trabados silogismos derrotados por oscuras bandadas de azores corruptos.